jueves, 24 de enero de 2019

El acuerdo [10/10]





En cuanto entro, me sorprendo al ver a Sungmin sentado en el suelo abrazando sus piernas y con la frente apoyada en las rodillas. Apenas se percata de mi presencia, salta de la impresión y levanta rápidamente el rostro. Con algo de dificultad, trata de recuperar la compostura y me ofrece una sonrisa.

—Ah, qué alivio verte volver. Por un momento pensé que mi patética y larguísima historia te había hecho huir del espanto— Bromea. Su voz dejando ver sincera preocupación me angustia, y del pasmo no soy capaz de sonreír para tranquilizarlo. Vamos, cálmate.
—¿No te dije alguna vez hace 11 años que no existía algo sobre ti que pudiera darme asco? —Le respondo mientras me siento a su lado con los nervios a flor de piel— B-Bueno, asco y espanto son distintos, pero si me entiendes ¿No?

 Más tranquilo, Sungmin se larga a reír y yo sólo puedo verlo embobado.

—Sí, por supuesto—Concede él. Pongo la vista al frente y suspiro. Trato de pensar en qué decir, cuando por el rabillo del ojo percibo su mirada posarse sobre mí con insistencia. Incapaz de seguir soportándolo antes de volverme loco, me vuelvo hacia él y lo miro interrogante.
—¿Resientes que te ocultara lo de mi padre mientras estuvimos juntos? —Me pregunta rápido con expresión ansiosa. Yo me sorprendo, bajo el rostro y reviso mis pensamientos. No puedo negarlo.
—Un poco—Admito titubeante—Quisiera haberte ayudado…

 Él adopta un gesto enternecido y sonriendo triste y cariñosamente, toma mi rostro con suavidad y lo levanta para que lo mire.

—No pienses que no confiaba en ti— Pide con ligera súplica— Yo sólo no quería arruinar nuestros buenos momentos diciendo algo ante lo que no se podía hacer nada. No estaba preparado para enfrentar a mi padre, carecía de valor y una razón que lo gatillara. O sea, en ese tiempo te tenía a ti, no obstante, tú tenías un impedimento con tu padre mayor al mío, pues es mucho más difícil enfrentar a alguien amado que a alguien detestado. Y yo sentía un gran respeto por el amor y admiración que manifestabas a tu padre, nunca en la vida habría sido capaz de destruir aquello. Todo debía darse en el tiempo y con los motivos adecuados. Es por eso… que agradecí mucho que el día de nuestra graduación al despertar no estuvieras en nuestra habitación— Aquella acotación me impresiona— Ese día mi padre había ido a buscarme para ir a Inglaterra a entrevistarme con el decano de Oxford, y si te hubiera visto una vez más con lo destrozado y débil que me sentía, seguro me habría derrumbado y no habríamos podido mantener el secreto ni obtenido la oportunidad de arreglar nuestros problemas por propia voluntad.

 Una vez termina, Sungmin mantiene su sentida expresión y yo le sonrío y asiento, en cambio por dentro, un desasosiego aún mayor crecer en mi pecho.

—Bueno, ahora te toca —Decide mientras me suelta y recupera sus ánimos.
—¿Eh? —Balbuceó, desorientado.
—Quiero saber qué has hecho en estos años ¿Tuviste mejor suerte que yo?— Aclara apoyando la cabeza en sus piernas— Dijiste que en algún momento fuiste libre de buscarme ¿Cómo pasó? No creo… que tu padre haya fallecido… ¿Verdad?
—No, no, él está bien—Aclaro nervioso ante tal bombardeo de preguntas.

 Inhalo profundamente. Supongo que debo contárselo…

—Para empezar, mi vida no ha sido muy emocionante y no creo haber tenido mucha mejor suerte que tú—Inicio con embarazo. De todas formas, tomo su mano y lo miro fijo— Como te dije, no fue nada fácil para mí perderte.

 Él me devuelve una mirada dulce y aprieta mi agarre.

—Traté de enfocarme en la universidad y en la compañía que iba a levantar para sobrellevarlo, y al menos por los 2 primeros años, no quise relacionarme con nadie que no fuera mi familia, mis amigos y compañeros de universidad— Admito sin tanto detalle que pueda preocuparlo, corriendo la vista para poder concentrarme— De ese punto en adelante el tiempo me ayudó a cicatrizar y volví a ponerme de pie. Mis proyectos comenzaron a adquirir su forma definitiva y a cada paso que di hacia ellos, me resigné más a la imposibilidad de volver a verte, por lo cual me permití por primera vez tener un poco de “compañía” en tanto avanzaba. Al menos para capear la soledad, aquello fue muy consolador… ¿T-tú pudiste estar con alguien… aparte de Joohyun?
—En contadas ocasiones— Me responde irguiéndose algo tenso y sin mirarme— Nada que haya durado mucho.
—Para mí era igual —Prosigo, satisfecho con su respuesta— La resignación no me dio ganas de buscar algo serio y me sentí conforme viviendo de esa forma por un largo periodo, hasta que claro, mis padres empezaron a preocuparse por mí. El cambio de mi personalidad no les pasó desapercibido y tampoco mis sonrisas y excusas los engañaban, considerando mis intentos de mantenerlos lo menos informados de mi vida y que usaba mi trabajo como medio para enajenarme del mundo. Empezaron a sugerirme que intentase buscar distracciones y una novia para darle un giro positivo a mi vida. Sin desear preocuparlos más, decidí intentarlo. Volví a salir con mis amigos, busqué alivianar mi estrés yendo a nadar y tuve unas pocas citas, la mayoría orquestadas por mis amigos y de las cuales pocas desembocaron en cortos noviazgos.
—¿Y te resultó? — Curiosea él con tacto y ojos pendientes.
—Para nada —Respondo con una pequeña risa falsa—Ninguna actividad pudo mantener mi interés por mucho tiempo y mi noviazgo más largo duró apenas 3 meses. No es que fueran malas chicas, pasaba nada más que no lograba sentir por ellas más que un tibio cariño, y al no ver forma de cambiar eso, se hartaban y pues, me terminaban.
—Eso es muy triste…y problemático—Resuelve él arqueando la ceja y con un ligero tono de protesta— Ahora ya no sé quién de los dos es más patético.

  Agrega con una sonrisita bromista, yo no puedo hacer más que darle la razón riendo junto a él.

—¿Y qué hicieron tus padres al respecto? —Pregunta una vez dejamos de carcajear.
—Se preocuparon más— Respondo, en otro precario intento de concentrarme—Trataron muchas veces de hablarme, obviamente yo no les iba a decir la verdad tras mis fallos y les inventaba pretextos de todo tipo. Eso hizo que ellos se alejaran de mí un largo tiempo. No estaban enojados ni decepcionados, solamente no entendían que había detrás de mis excusas y les incomodaba no saber cómo ayudarme. Yo también estaba inquieto, pues no había forma de darme a entender sin revelarles lo nuestro, así que decidí darles su espacio hasta que ellos o yo decidiéramos qué hacer. Pasó así un largo tiempo hasta que cumplí los 26 años. Todo en mi vida personal seguía sin funcionar y en contraste, mi carrera seguía ascendiendo. Ese año en los BAFTA games awards, la segunda parte de mi saga “Angel dust” obtuvo el premio de videojuego del año y yo gané el premio dado por la comunidad.
—Oh, sí escuché algo sobre eso. Felicidades— Dice con una sonrisa, palmeando nuestro agarre con su mano libre.
—Gracias— Contesto tímido— El asunto es que le pedí a mi padre que me acompañara a Londres para recibir los galardones y así intentar alivianar su preocupación. Para mi sorpresa, él acepto encantado, tan cálido como siempre y se mantuvo así durante toda la premiación. Al día siguiente lo pasamos juntos turisteando por la ciudad. Veíamos el atardecer en un mirador cuando él volvió a conversarme, aunque yo no estaba preparado en lo absoluto para lo que tenía que decirme.
—¿Y qué fue? —Inquiere Sungmin mirándome fijamente. Yo respiro de nuevo.
—Me expresó su alegría por mi reconocimiento. Cómo si bien le entristeció y asustó cuando de adolescente le dije que quería hacer videojuegos, tras meditarlo pensó que no quería quitarme la oportunidad de cumplir mis sueños como él había cumplido los suyos y que estaba seguro de que yo podría lograrlo, y ahora se congratulaba de no haberse equivocado. No obstante, deseaba que le perdonase, puesto que al poner todo su interés y apoyo en mi éxito laboral había perdido de vista cuanto afectaba eso a mi vida personal, impidiendo que yo me diera la oportunidad de ser feliz en todos estos años. Por tal razón, deseaba desde ese momento que yo nunca más pensara en mi madre, en mi hermana o en él cuando se tratase de obtener mi felicidad. Él…dijo saber que yo estaba buscando otra cosa en el horizonte y por eso había fallado con mis novias y me apartaba de todos. Que no importaba cuán difícil de comprender fueran mis elecciones futuras, si yo conseguía ser feliz, al final el comprendería y estaría tan orgulloso de mí como siempre lo había estado.

 Silencio absoluto. Los ojos totalmente abiertos de Sungmin me observan estupefactos mientras lucho con todo mi cuerpo para detener el sonrojo que ya se propaga por mi rostro.

—¿E-Entendí mal o tu padre te dijo indirectamente que salieras del closet? —Me pregunta tras varios segundos, atónito.
—Eso…creo…—Asiento vacilante.
—Carajo…—Suspira él mirando hacia delante, no dando crédito a nada de lo escuchado.

  Luego, vuelve a mirarme y sin más, poco a poco nos ponemos a reír como tarados.

— ¿Y có-cómo reaccionaste? —Pregunta una vez habiéndose serenado, manteniendo un lenguaje corporal de alguien completamente sorprendido.
—Me espanté tanto que fue una suerte que no me hiciera en los pantalones—Contesto con las manos en la frente— No podía creer que me estuviera diciendo eso, y del puro terror traté de refutárselo, mas no hubo forma de convencerlo. Me dejó libre.
—¿Y lo hizo así de sencillo y rápido? Tú siempre habías temido mucho a su reacción ¿Cómo pudo ser? — Observa él frunciendo el ceño, muy confundido.
—No, no fue sencillo para él— Niego poniendo la vista en mis rodillas— Trató de parecer relajado, pero podía ver la contrariedad surcando su cara durante la charla, y me dio a entender que durante todo el tiempo que estuvimos distanciados, él sopesó los hechos y consideró mil veces la decisión.

 Sungmin asiente ante lo que digo, observando la nada. Yo vuelvo a girarme hacia él y tomando de nuevo su mano la aprieto para que me mire.

—Y yo… no pensaba que él fuera a volverse loco de ira o algo así al enterarse de lo nuestro—Le confieso con infinita incomodidad— En el internado… solía hablarte hasta por los codos del fabuloso padre que tenía, e incluso hoy mantengo cada palabra que dije en aquel tiempo, sin embargo, nunca te mencioné el otro lado de todo eso—Doy otro gran respiro—Que el poseedor de mi total admiración fuera alguien tan constante y cercano a mi vida como lo es un padre, resultó ser un foco de mucha presión en mi desarrollo. De por sí naturalmente yo era perfeccionista y neurótico, y verlo a él moverse y triunfar con tanta facilidad en ese mundo hostil que yo ni siquiera tenía la capacidad de tocar, me hacía sentir pequeño e inútil, más todavía conociendo el ardiente deseo de mis cercanos por vernos a mi hermana y a mí ser tan excelentes como él. Ella lo logró poco tiempo después convirtiéndose en la heredera definitiva del puesto de mi padre. En un principio eso me provocó una frustración aún mayor, la que luego por todas las sugestiones a mi alrededor y mis complejos, desembocó en una obsesión por complacer a mi padre y al mundo a como diera lugar. Es en parte razón por la que elegí seguir mi sueño, era más difícil, y lograrlo significaría más reconocimiento y poder en el mercado para nuestra familia. Y siguiendo adelante con ese plan de vida, mostrándole cada idea a mi padre y deleitándome de sus halagos, su apoyo y su pasmo ante mis ideas más complejas, me fui convirtiendo en alguien más y más condescendiente hacia su aprobación, al punto que mi voluntad desaparecía cuando el aparecía ante mí. Él, mi padre, tan bueno con nosotros, mi padre tan talentoso, sabio y visionario, yo quería ser tan genial como él, quería ser de su total gusto, que él me aprobara y me considerara un igual, y pensar en decepcionarlo incluso en lo más mínimo…
—Te enloquecía— Sungmin termina mi oración con apariencia de entender y sentir profundamente lo que trato de expresarle. Yo asiento sonriéndole con tristeza.
—¿Quién diría que recién ahora nos enteraríamos de que nos estábamos agobiando por algo tan similar? —Comento juntando suavemente mi cabeza con la suya por unos segundos—Sí, yo era capaz de todo para evitar agraviarlo. La homosexualidad… aparte de ser un tabú social, ya había sido un tema preocupante en mi familia. Hace muchos años, uno de los sobrinos de mi padre vinculó su orientación sexual a sus malas mañas y fue atrapado por la policía en variadas ocasiones por delitos como “Conductas inapropiadas en público” e incluso prostitución, lo cual luego de un tiempo terminó con él huyendo junto a su novio y una importante cantidad de dinero robado a su familia. Yo no quería que mi padre pensara que sería como aquel tipo, no quería que yo le recordara a él, y más importante, yo no quería que el tildara como “malo” lo que nosotros habíamos tenido. No podría haber aguantado algo así— Digo cerrando fuertemente los ojos por un momento— Y al final resulta que luego de toda una vida construyendo este intento de hijo modelo para él, va y lo derrumba diciendo que ya no le importa más. Carajo…
—¿T-te molestó que te haya liberado? —Me pregunta confuso.
—Me molestó darme cuenta que en realidad era yo quien se había destruido y hecho infeliz para convertirme en algo que él nunca me había pedido. Que todo ese intento de ser de su completo agrado era al final una forma tóxica de combatir mis crecientes inseguridades, y resultó todavía más frustrante que en vez de descubrirlo por mi cuenta y liberarme, fuera él quien lo hizo—Aclaro frotándome las sienes—Bueno, no me sosiega, pero supongo que así debía ser. A veces ciertas cosas sobre la vida no se pueden aprender a buenas y primeras, pues tenemos tan arraigadas las respuestas erróneas que el llevarnos al límite de nuestras fuerzas físicas y mentales es lo único que nos hace recapacitar. Junto con haber entendido eso, me he dado cuenta de que soy el mejor ejemplo de ello.
—Y yo igual, recuérdalo—Secunda él, con una sonrisa que delata tan poco orgullo sobre el tema como el que yo siento.

  Ambos suspiramos y miramos al mismo punto vacío por un rato.

—Dime— Interrumpo el silencio algo titubeante— ¿De verdad era tan obvio?

 Cerrando los ojos y bajando la cabeza, él no puede evitar reír.

—Un poco— Reconoce tímido y risueño— No es que fueras afeminado o algo así. Te comías mucho la cabeza tratando de ocultar tus pensamientos y deseos, de modo que todo ese peso asfixiante lo exteriorizabas con tu cuerpo y acciones mostrándote incapaz de convivir con aquello que te atormentaba, y para quien te conociera, era fácil leerte, mientras que para el resto del mundo parecías un loco.
—Ah, eso explica mucho— Reacciono riendo y hundiendo brevemente mi cara entre las rodillas— A través de los años me he convencido de que mis amigos estaban totalmente enterados de lo que pasó entre nosotros.
—¿En serio? —Pregunta curioso, mas sin miedo en su reacción.
—Sí. Aunque nunca lo hemos hablado directamente, me consta que ellos saben que estuvimos juntos.
—¿Eso te preocupa?— Se interesa con la misma expresión de antes. Yo le sonrío.
—Alguna vez sí, ahora qué más da ¿No? En cuanto asimilé la libertad dada por mi padre, poco a poco la posibilidad de ser expuesto por mis amigos dejó de preocuparme, y sin dejar de lado el aprecio a mi vida privada, empecé a actuar a mis anchas, dejando en manos de Dios si mis acciones llegaban o no a conocimiento de ellos. De todas formas, a través de los años han demostrado ser amigos muy leales y discretos, y a pesar de la enorme curiosidad que me consta ellos tienen, me han apoyado y ayudado sin nunca entrometerse más de lo necesario.
—Son buenos amigos— Concede él con voz suave.
—Lo son— Concuerdo yo mirándolo fijamente. Sus ojos correspondiéndome hacen a mi corazón exaltarse. Pronto los desvía con cierta incomodidad en su gesto.
—Y eso que dijiste… de que actuaste a tus anchas—Dice con lentitud—¿Significa… que eventualmente empezaste a salir con otros chicos?
—Sí…—Admito luego de unos segundos de silencio, sonrojándome. Siento su mano tensarse dentro de la mía. Todo su carisma y seguridad mostrados al principio han desaparecido, dejando a mi lado a un pequeño, temeroso y vulnerable Sungmin, al Sungmin que yo conocí, y eso hace que mi corazón se descontrole más y yo me sienta en iguales condiciones.
—¿Y qué tal te fue esta vez? ¿Pudiste encontrar a alguien especial?— Pregunta como que no quiere la cosa, como si supiera que se avecina una respuesta afirmativa y tratase de buscar la forma correcta de reaccionar. Yo me apresuro a acallar su imaginación.
—No, tampoco me funcionó— Niego con un suspiro que trata inútilmente frenar el temblor adrenalínico de mi cuerpo. Él se muestra sorprendido y se anima otra vez a mirarme.
—¿Por qué? —Insiste al ver que yo no continúo. Trago saliva e invocando todo mi valor, sonrío levemente y mantengo la mirada.
—Pues… porque hombre o mujer, no había nadie capaz de superarte— Respondo sintiendo cada palabra.

 Con una expresión de enorme sorpresa, él y yo nos hundimos en un silencioso embelesamiento.

 Al fin lo hemos logrado.

 Después de tan extensa conversación, tanta espera, tantos descubrimientos, tantas sorpresas, angustias y alivios, por fin sabemos todo lo que necesitamos saber. Yo tengo la certeza de que es libre, él tiene la certeza de que soy libre. Justo ahora es el momento en que podemos decir la verdad, toda la verdad, y también de dar el primer paso hacia aquello anhelado en el pasado y que se nos negó por nuestras familias, por la sociedad, por nosotros mismos.

 Nos seguimos mirando. De un momento a otro, el parece pestañear de forma tan inquisitiva como incitante, preguntando —quizás— quién debe dar el primer paso. Apretando su mano y luego soltándola del todo, la dirijo hacia su rostro lentamente para darle a entender que esta vez no tendrá que tomar el papel de valiente, lo cual ocurrió ya muchas veces en nuestra historia.

 Hoy yo seré quien nos impulse hacia nuestra más importante y definitiva elección. Hoy es el momento.

¡Toc, toc!

 La puerta sonó tan repentinamente que nos fue imposible disimular el susto y ambos saltamos desprovistos de toda elegancia. Pestañeando con fuerza y alejándose de mí, Sungmin es el primero en romper nuestra conexión, dejándome una enorme desazón y vacío en el interior que me hace despertar también. Sin decirme nada o volver a mirarme, da un hondo respiro, gira la cabeza hacia la puerta y permite pasar al inoportuno anfitrión.  

—Señores, vengo a interesarme por sus necesidades—Dice con su ya conocida pomposidad— ¿Desean algo más para comer o hacer más placentera su cena?
—Yo creo… que ya no seguiremos comiendo ¿Verdad? —Sugiere Sungmin después de unos segundos con las mejillas arreboladas, una sonrisa fingida y todavía evadiéndome. Su gesto delata confusión, decepción y a la vez un ligero alivio que muestra en parte no despreciar la repentina interrupción— La comida está fría y es muy tarde ¿Qué tal si pedimos la cuenta?

 Yo, no dando más del pasmo, me limito a asentir mudo, sintiéndome en el acto tremendamente estúpido por actuar así en vez de hacer lo correcto y mandar al diablo al anfitrión por entrometido.

 ¿Qué es esto? ¿Ahora él es el cobarde que evade y yo el condescendiente silencioso? ¿Hemos vuelto al pasado con los papeles invertidos? ¿Es una broma?

 En cuanto el anfitrión asiente ante lo pedido y abandona la habitación, saco mi celular del bolsillo y llamo a mi chofer para que venga a recogerme mientras Sungmin hace lo propio. No pasan ni 5 segundos de haber terminado nuestras llamadas cuando el anfitrión vuelve con la cuenta, la cual pago de inmediato. Sus sosas adulaciones hacia nosotros nos retienen unos minutos hasta ser cortésmente silenciado por Sungmin. La salida nos es por fin permitida, y en tanto dejamos la habitación, transitamos por el angosto pasillo y bajamos las escaleras, es cuando entiendo que esto no es una pesadilla o una alucinación, de verdad está pasando.  

 ¿Cómo puede ser que estando tan cerca esto ocurra? ¿Cómo Sungmin puede mostrarse tan dispuesto a levantarse e irse sin escuchar ni sentir mi verdad después de todo lo que hablamos y sentimos? ¿En serio está bien para él esconderme la suya por más tiempo? Alentando el paso, quedo atrás suyo y veo la tensión apoderándose de todo su cuerpo ¿Qué es lo que le está reteniendo? ¿Qué le asusta tanto para permitir que una interrupción tan irrelevante y estúpida posponga lo que tanto hemos esperado? Es la misma puta cosa que hacíamos en el pasado. Cuando queríamos hacer algo importante y éramos cobardes, permitíamos que cualquier excusa boba nos detuviera. Ahora eso ya no corresponde, somos adultos, y los adultos ven más allá del miedo y terminan lo que empiezan, resuelven sus asuntos, particularmente asuntos como este que podrían cambiar sus vidas para siempre y sobre los cuales han reflexionado tanto.

 Han sido más de 10 años de espera, dolor, ira, errores y más dolor. Por fin puedo conseguir lo que más quise en la vida, aquello por lo que daría todo lo que tengo y, más importante, aquello que me costó tanto permitirme obtener ¿Cómo estoy permitiendo que esto pase?

—Mi chofer llegará en unos minutos por esa esquina— Comenta de repente con cierto dejo de inseguridad, manteniendo su paso delante de mí. Ya hemos dado varios pasos fuera del restaurante, la noche está oscura y las calles casi desiertas— ¿Me das tu número y correo personal en tanto esperamos? De verdad quiero que nos mantengamos en contacto y seamos amigos.

 No, de ninguna forma lo voy a permitir.

 Con el cuerpo tiritando, trago la bola de adrenalina que se forma en mi boca y por primera vez en la vida me permito ser abiertamente franco sin pensar en lo que podrá desencadenar eso a mí alrededor ¡Qué venga todo el mundo a ver si quiere! ¡Nada me va a detener!

—¡Al carajo con eso!— Espeto con fuerza, haciéndolo frenar en seco y girar con expresión impactada— Dije eso sólo porque creí que estabas casado y eras feliz, pero no lo estás, y no hay cosa en el mundo que quiera menos que ser tu amigo sabiendo que ambos estamos sin compromisos.

 En la solitaria calle, el eco de mi voz reverbera con la intensidad de mis palabras, y él me mira de frente a un par de metros de distancia, no cabiendo más en su turbación.

—Mira todo lo que hemos esperado y hecho para llegar a este punto—Continúo impávido, ejemplificando con los brazos abiertos—Aprendí mis lecciones, tú aprendiste las tuyas, nos libramos de lo que nos detenía ¿Qué más necesitamos que debemos seguir esperando más malditos segundos? ¿Qué necesitas de mí que precisa prolongar esta agonía?
  
 Sungmin se mantiene mudo por eternos segundos. Luce tan sorprendido y asustado, que por un momento me invade el repentino e infinito terror de que todo lo que creí ver fuera imaginado y él realmente ya no sienta nada por mí.

—¡Esto necesito! —Grita finalmente con la voz quebrada y los ojos acuosos, cortándome la respiración— ¡Que por fin seas directo y me digas lo que quieres! ¡Que no te vayas por las ramas con insinuaciones vagas como siempre hiciste y que me convenzas de que esto que he anhelado tanto es real! —Él toma una pausa para respirar—Yo… ya olvidé lo que son la felicidad y el placer. Aprendí por tanto años a sonreír falsamente y conformarme con las migajas de paz entregadas por esta miserable vida que ya olvidé como luce y se siente la dicha. No puedo tener seguridad en ti, de la felicidad que me quieres entregar, si no me la muestras claramente diciéndome lo que quieres ¡Así que por favor! ¡No me mires largos ratos en silencio, no te relamas viendo mis labios, no me toques las manos esperando tocarme otra cosa y no esperes que en la vida vuelva a incitar el valor en ti para que seas sincero conmigo! ¡Simplemente di lo que quieres y se hará!

  Esta vez el aturdido soy yo, y al contrario de lo que se pueda pensar, sus palabras consiguen reafirmar mi convicción. Con los puños apretados y el cuerpo tembloroso, doy un paso adelante.

—Entonces… ¿Eso es lo que quieres, Sungmin? — Grito con agitación. Él asiente fuerte con los labios muy pegados— ¡Bien! Es muy simple: Todo lo que resta de la noche quiero usarla haciéndote mío, recordar cómo se sentía tu piel fundiéndose con la mía y tus gemidos incrustándose en mi alma, decirte que volví a enloquecer por ti ahora igual como lo hice el primer día en que te vi, pero esta vez sin ser tan estúpido como para lastimarnos y dejarte ir una vez llegue el amanecer.
—¡O-Ok! —Grita con una temblorosa sonrisa, respirando fuerte y con un descontrol corporal igual o peor al mío— Es una gran noticia, porque en realidad… yo tampoco quería ser tu amigo, bebé.

 Y no perdemos ningún segundo más en nuestras vidas. Corremos uno hacia el otro y abrazándonos con desesperación, nos besamos con un desenfreno mil veces mayor.

 ¡Los labios más dulces me pertenecen otra vez!



 La alegría es tal que desborda mis sentidos y entorpece mi cuerpo. Buscando un soporte para no caer, arrastro a Sungmin hacia la primera pared que encuentro y bloqueando toda escapatoria con mis extremidades, me como sus labios e invado con voracidad su exquisita boca. Su lengua me da la bienvenida enérgicamente y baila con la mía sin reparar en gentilezas y recatos. Satisfecho ya el primer impulso animal de devorarnos, intercalo el tacto irresistible de sus labios con el de sus tersas y ardientes mejillas, llenando mi boca de su tierno colorido. Él por su parte se anima a poner sus manos en mis caderas, acercándolas peligrosamente a nuestras entrepiernas necesitadas de atención, y sin ánimo de demostrar menor demencia, con firmeza paseo mis manos por su espalda hasta atrapar con cierta bestialidad su firme trasero ¡Algo simplemente divino, tal y como lo recordaba! Con mi boca atrapo el agudo gemido que nace en la suya y negándome a pensar cómo haremos los siguientes pasos considerando el sucio lugar, el viento frío, la delincuencia nocturna o cualquier otra cosa que pueda suceder, lo beso una y otra vez con toda la añoranza que he estado acumulando en estos 10 años.

Trrrrrrrrr.

  El vibrar de mi celular llama nuestra atención con asombrosa facilidad, quizás porque inconscientemente sabemos que dicha interrupción podría sernos útil. Sin apartar mi rostro de sus besos ardientes, bajo la vista para mirar la pantalla del aparato.

—Mi chofer ya llegó. Está en la esquina— Le informo susurrando sobre sus labios. Sus ojos siguen cerrados y con su agitado respirar, permanece en su rostro una sensual expresión de satisfacción y deseo combinadas. No resistiéndome, beso de nuevo su boca y hago un camino hasta su oído— Mi suite está a pocos minutos de aquí ¿Qué dices?

 Después de respirar unos segundos más, asiente decidido y abre los ojos.

—Vamos— Exclama sonriente, y usando esa mano traviesa que casi se hacía con lo habido dentro de mis pantalones, toma una de las mías apretadas a su trasero y entrelaza nuestros dedos.

 Caminamos a paso torpe y rápido por el trayecto que yo dirijo. Sungmin toma su teléfono y hace una breve llamada.

—Joongsuk-ssi, ha habido un cambio repentino de planes y ya no necesito transporte. Puede irse a casa por hoy. Buenas noches.

 En cuanto corta, levanta la vista, divisa el auto y se echa a correr juguetonamente.

—¡Oye, oye! —Grito riendo luego de ser sorpresivamente arrastrado.

 Estando ya a 2 metros del auto, él me suelta y abriendo la puerta con agilidad, se desliza en el interior. Mi chofer que se encuentra esperando afuera del auto, se sorprende al apenas ver una figura borrosa meterse en el vehículo.

—Sangwoo-ssi, vamos al hotel y con mucha prisa. Andando— Me limito a ordenar antes de que siquiera intente saludar o preguntar sobre mi acompañante.

 Al introducirme al auto, me encuentro la ventanilla de comunicación ya cerrada y a Sungmin invitándome sugerentemente a enredarme en sus brazos, invitación que acepto encantado. Nos tocamos y reconocemos en todo el corto viaje. Entre que nos revolcamos, el movimiento del auto y el calor fundiendo mi cerebro, de alguna forma terminó con Sungmin sentado de piernas abiertas sobre mí, frotando y torturando nuestros ya tumefactos sexos con una sensualidad tan avasalladora que me hace querer gritar. No lo recordaba tan osado y directo respecto a sus deseos, y no desprecio estos cambios para nada, seguro serán más alicientes para enloquecer todavía más por él.  

 Pasado ya varios minutos, ambos nos encontramos sólo con los pantalones y camisas, arrugadas y sudorosas de tan embriagadoras caricias y fricciones. Mi cordura apenas da para impedirme quitarle todo de una vez y hacérselo ahí mismo hasta que no quede un ápice de fuerza en nuestros cuerpos o me dé un paro cardiaco. Por suerte justo antes de intentarlo, él auto se detiene en nuestro destino.

—Ya seguiremos, ya seguiremos…— Promete Sungmin, conmovido al verme tan reticente a separarme de sus labios.
—Por supuesto que sí—Accedo finalmente mordiendo su labio inferior y soltándolo.

 Lo dejo sobre el asiento contiguo un segundo antes de que mi chofer abriera la puerta, evitándole presenciar una escena comprometedora, aunque considerando los sórdidos ruidos que seguro se colaron en su cabina y nuestros destartalados aspectos, es seguro que ya imaginaba que no veníamos hablando de negocios. Sin mostrarle más cortesías, salimos con torpe apuro del auto, lo que me hace tropezar y perder uno de mis zapatos. A los pies de la escalera, Sungmin se percata de ello y se larga a reír.

—¡Andando, Cenicienta! ¡Al príncipe no le interesa verte con zapatitos de cristal… o con ninguna otra cosa encima! —Me provoca a bocajarro y yo caigo redondo.

 Sin pensar en la incomodidad de ir con un zapato menos o en toda la gente que pudo escucharlo, me echo a correr detrás de él.

—¡Se-Señor, su zapato…! — Exclama mi chofer con el objeto en mano, con cara de no saber qué hacer con él o con la embarazosa situación.
—¡Tíralo al auto, mañana pediré a alguien que vaya a recoger todo! ¡A-Adiós! —Le respondo rápido haciéndole un gesto con la mano, sin ser capaz de mirar atrás.

 Justo a la entrada del lobby, alcanzo a tomar la mano de Sungmin y entre risas poco discretas, cruzamos a paso rápido ante las sorprendidas miradas de los pocos huéspedes y empleados que aún transitan por ahí. Con mi mano libre y mi mejor expresión de autoridad, les hago ver a los últimos quien soy y les insto a ni pensar en molestarnos. De todas formas, sus miradas atónitas nos persiguen hasta entrar en el ascensor. Con la última gota de autocontrol en mi cuerpo, logro apretar el botón de mi piso y en cuanto las puertas se cierran, someto nuevamente a Sungmin bajo el control de mis instintos más perversos.

—Te has vuelto un pervertido insolente, Lee Sungmin ¿Cómo te atreves a hacer tal espectáculo en mi querido hotel? —Nos interrumpo en medio de un beso del todo menos inocente, recriminándolo con falsa molestia. Acto seguido, lo tomo en brazos y ante su divertida sonrisa hago que amarre sus piernas a mis caderas— Esto te va a costar un largo castigo.
—Procuremos empezar pronto entonces…— Me responde él con los ojos entrecerrados, haciendo que en un momento tan sexy, sus pestañas hagan una tierna sombra sobre sus mejillas.

 Sin añadir más, lo beso impetuosamente, colando las manos bajo su ropa y tratando de mantener el equilibrio mientras seguimos subiendo. Una ligera sacudida que casi nos hace caer nos anuncia la llegada. Negándome a dejar a Sungmin en el suelo, tomo rumbo hacia la suite sin dejar nuestro beso, lo cual se me dificulta por el diferente largo de mis pies y la ligera torpeza que percibo al moverme, consecuencia clara de haber comido poco y bebido mucho. Bueno, viendo que Sungmin no ha dejado de reírse desde que nos bajamos del ascensor, asumo que él está tan enfiestado como yo.

—Aigo, aigo, cuidado— Advierte él cuando nos estampamos contra la puerta de nuestro destino. Sintiendo su risa vibrar en mi cuello, saco de mi bolsillo trasero la tarjeta de acceso y se la ofrezco.
—Ten, ten, abre tú, yo debo sostenerte— Le digo agitado, volviendo a sujetarlo con ambas manos y besando sus mejillas.

 Y no viéndolo venir, en cuanto Sungmin pasa torpemente la tarjeta, la puerta abriéndose nos quita el soporte y caemos estrepitosamente al piso alfombrado de la oscura estancia. Entre el sufrimiento de las partes golpeadas y el aturdimiento, no dudamos en largarnos a reír sin control, provocando más dolor, esta vez en mi rostro. Lo causa reír así después de 10 años entregando apenas escuetas sonrisas, pero no importa, aprenderé a reír de esta forma de aquí en adelante, de modo que mi rostro no conocerá otro gesto. Porque él al fin está a mi lado y soy tan feliz, tan feliz…

—Ven aquí, déjame ayudarte— Le digo con las risas un poco más apaciguadas, ofreciéndole una mano después de cerrar la puerta.

 Él recibe mi gesto todavía eufórico. Me mira y avanzando sobre sus rodillas y su mano libre se acerca y en vez de intentar incorporarse, busca mi cuerpo en la oscuridad y se desploma encima para abrazarme. Incapaz de ir contra sus deseos, yo desisto del intento y me aferro a él con aún más ahínco, disfrutando de su dulce aroma, del tacto de su cuerpo caliente pegado al mío, del cosquilleo de sus cabellos acariciando mi mejilla y de esta segunda oportunidad que nos ha dado la vida. Sí, esta es nuestra oportunidad de ser felices, mi oportunidad de hacerlo feliz como siempre lo quise, y lo lograré siendo valiente y sincero desde ya.

 Sungmin se separa ligeramente de mí para mirarme con una sonrisa hermosa y ojos brillosos, y junto con mis pensamientos claros, encuentro al fin el momento que he estado esperando desde el día en que lo conocí.

—Yo… siempre he estado enamorado de ti— Le confieso acariciando con 3 dedos su carita enrojecida de alcohol y conmoción— No hubo hipócritas objeciones morales, rumores tontos ni expectativas paternas que pudieran derrumbar lo que sentí desde el primer día en que te vi, tampoco el tiempo pudo vencerlo. Para no sufrir tanto, mi afecto estuvo dormido durante muchos años, mas nunca desapareció por más veces que lo pensé así, y nadie nunca pudo ocupar tu lugar en mi corazón. Eres el amor de mi vida, siempre lo serás, y te juro que ya no habrá nada en el mundo que me impida estar contigo. Donde sea y frente a quien sea, voy a sostener tu mano sin miedo ni titubeos.

 Aturdido ante tan repentina revelación, Sungmin me observa largos segundos inmóvil, y de la nada, empieza a reírse otra vez a carcajadas. No dando más de la confusión, trato de contenerlo en mis brazos y buscar su rostro que no deja de agitarse lejos de mi vista. Mi aturdimiento pasa rápidamente a la preocupación al escuchar cómo las risas son interrumpidas por quedos gemidos. Insistiendo con más determinación esta vez, logro ver horrorizado cómo sus mejillas están empapadas por un mar de copiosas lágrimas, las cuales aumentan junto con los temblores y alaridos al verse descubierto por mí.

—No, no, ¿Qué pasa? —Inquiero desesperado tomando fuerte sus hombros y dejando varios besos en su cara.

 Él niega con la cabeza gacha y trata de sonreír lo mejor que puede con el rostro hecho un lío. Se ve tan pequeño, tan débil y destrozado como el día en que nos separamos que mi pecho aprieta y todo mi cuerpo se acalora insoportablemente.

—Soy…demasiado feliz… siempre quise escucharte decir eso… siempre… soy muy feliz…— Revela con palabras apenas entendibles, dando un golpe certero a mi alma— Tú eras…el mocoso mal peinado más lindo que había visto en mi vida…antes de darme cuenta estaba loco por ti…pero era tan tonto… tú eras tan tonto…no sabía cómo expresarte lo que sentía…tenía mucho miedo… aceptar el acuerdo fue la única forma… y aunque era lo mismo que todos esos cerdos que tanto odiaba hacían…lo habría hecho mil veces con tal de estar contigo… porque la felicidad a tu lado pagaba todo el sufrimiento, todo. Amaba tanto tus sonrisas, tus palabras, tus besos y tu forma de hacerme el amor como si yo fuera para ti lo único en el universo… y separarnos… separarme de todo eso me rompió el corazón. Sentí que me volvía loco de dolor y que iba en un camino lento hacia la muerte ¡Y llegué a querer sacarte de mi pecho, lo juro! sin embargo no podía dejar de recordarte y pensar cuán asquerosa era la vida sin ti, así que seguía esperando… yo debí… debí buscarte apenas pude y no lo hice…estaba aterrado… me creía tan poderoso con mi nuevo comienzo, Joohyun me había enseñado tanto sobre la valentía, y ni con eso podía soportar el terror de encontrarte y enfrentarme a la posibilidad de que tú ya no me quisieras, o peor, que me quisieras todavía y nunca encontraras la forma de sentirte bien haciéndolo…pero no es así…no es así…soy tan feliz…
—No, no es así, no es así— Le confirmo con ascendente desesperación, apresando su rostro entre mis manos y besando varias veces sus labios, combinando su humedad con la que ahora corre por mi rostro—Yo te amo, te he amado todo este tiempo y siempre habría terminado escogiéndote a ti por sobre todo, no cometiste ningún error en creerlo, fui yo quien se equivocó. Nunca fui capaz de serte sincero sobre lo que sentía, te hice esperar tanto tiempo para que pudiera aprender mis lecciones… Dios mío, dios mío… ¡Te hice tanto daño!

 Apenas pronuncio la última oración no puedo contenerme más y entre sollozos intensos soy quien esta vez se aferra posesivamente a su cuerpo en un intento de no caer en la desgracia. Lo que sentí mientras conversábamos, la verdad y todos estos 10 inútiles años de distancia me están cayendo encima sin piedad. Todo fue mi culpa. Todos los años que pasaron, todos los avances en mi vida, esos “sueños” que tenía, perdieron su brillo y validez por más que desgasté mi cuerpo y mi orgullo en ellos, porque sabía que faltaba algo esencial entremedio. Era Sungmin quién me faltaba. En todo ese tiempo mientras yo hacía todas esas cosas, se perdieron muchas otras que debían estar pasando paralelamente: Besos, conversaciones, discusiones, reconciliaciones, juegos, sexo, abstinencia, caídas, recuperaciones, risas, llantos, celos… y muchas posibilidades. Pudimos seguir las carreras que ahora tenemos o dedicarnos a otros intereses; pudimos decidir entre una casa o un departamento para vivir juntos; pudimos casarnos ante Dios y el mundo o sólo seguir juntos sin reportárselo a nadie; pudimos decidir si queríamos tener hijos o si estaba bien para ambos ser los dos el resto de nuestras vidas; y pude decirle que sin importar la elección para mí cualquier cosa estaba bien mientras fuera con él…y no lo hice. Nada de eso sucedió. Dejé a los miedos ganar y nuestras vidas se detuvieron, por eso este Sungmin con traje fino y fachada de seguridad se parece tanto al que conocí en el internado, porque él también se estancó y todo fue mi culpa.

—Te lo suplico… perdóname…No sabía vivir para otra cosa que la aprobación del mundo hasta que te conocí…y no supe cómo actuar…—Gimo sobre su pecho, sintiendo cómo las convulsiones llorosas todavía azotan su cuerpo. De todas formas, su piadosa mano acaricia mi cabeza y sus labios temblorosos besan mi frente.
—Estás aquí…nada más me importa— Responde firme, haciéndome levantar el rostro y ver sus ojos— Tal vez pienses que perdimos muchas cosas en todo este tiempo que estuvimos alejados, yo también lo pensé varias veces, pero no es así, esto es lo que debía pasar. Debíamos atravesar todo esto para llegar a la claridad mental que tenemos hoy, de lo contrario, nunca habríamos podido estar juntos sin andar temiendo y escondiéndonos de nuestros demonios. Si para amarte libre y sin límites como quiero hacerlo ahora necesitábamos todo ese dolor, lo habría soportado 10 años más si hubiera sido necesario y con el mismo aplomo que usé hasta ahora, porque en el fondo de mi corazón siempre confié en ti y sabía que hallarías algún día el camino correcto, y por esa misma fe también sabía que tú confiabas en mí y que no dejarías de amarme incluso si te rendías en buscarme.

 Lo que comenzó con el internado, con “El acuerdo”, fue nuestra madurez, nuestro coraje y nuestro amor propio y mutuo, aquello de lo que nada sabíamos antes de conocernos y que teníamos que aprender para llegar a este momento. Sí, lo entiendo. Mi corazón y mi alma, ambos se sienten repentinamente más livianos, limpiados por la conmovedora lealtad que le profesa Sungmin a un tonto como yo.  De todas maneras, no puedo alejar de mi mente todo ese tiempo lejos, todo eso que creo firmemente se debe recuperar. No, da igual, yo me encargaré de eso.

—Pues, no necesitamos ni un segundo más—Respondo con los ojos destellantes de determinación cubriendo mi voz temblorosa—Desde este punto, seremos tú y yo, como siempre debió ser. Nunca más volverás a sufrir por mi inmadurez…

 Mis brazos se hacen de él con fuerza en medio de esa aliviadora e íntima oscuridad, y nos quedamos ahí por largo rato, entre besos, tiernas caricias y repeticiones de nuestro amor, soltando todas las lágrimas restantes, toda esa angustia y dolor reprimidos que ya no tienen lugar ahora que estamos aquí y nadie nos va a separar.

—Ah…

 Y es entremedio de los suspiros de alivio y del enrojecimiento de las lágrimas que se entremezclan y prevalecen los suspiros anhelantes y el rojo vivo del calor que lentamente empieza a sofocarnos. Desear a alguien de esta forma tan demente ha dejado de ser tema para mí desde hace mucho tiempo, y tener esta hambre de nuevo, este amor palpitando que puede ser liberado, nubla mi cabeza, no me permite aprovechar este pequeño paréntesis de lucidez y sopesar que quizás no deberíamos acostarnos tan pronto.

—Kyu…—Suspira sobre mi mejilla con la respiración agitada y el rostro embriagado de ansiosa lujuria.

 Al diablo, no importa, no importa.

 Dejo ir todo el resto de rectitud mental y sin perder el tiempo llevándolo a la habitación, lo acuesto suavemente sobre el piso alfombrado y le quito la camisa para hacerme lenta y hambrientamente de su cuerpo. Ante todo, quiero que se sienta inmensamente amado, saludar feliz a todos esos rasgos de su cuerpo que permanecieron, explorar a fondo eso que ha cambiado y marcarlo todo como mío. Que vea que no desprecio nada y no lo amo menos por haber buscado experiencia con otros, que de hecho les agradezco por haberle dado sosiego mientras yo no era capaz, y que tomaré todo ese conocimiento y el mío para sacarle todo el provecho posible. Que él vea que estoy aquí, metido en cada centímetro de su cuerpo y que no pienso soltarlo.

—Kyu…por favor… te necesito…—Me suplica desesperado luego de incontables minutos de sensuales caricias.

 Mis labios y manos han explorado cuánto han querido, ansiosos de seguir eternamente, pero mi cuerpo tampoco soporta, mis sentidos están sobrepasados y pierdo fuerza y cordura a cada ataque que recibo. Todo lo que transcurrió para nosotros no significa nada en este punto. Al final, creo que no era sólo una sensación, definitivamente hemos vuelto al pasado, este Sungmin debajo de mi cuerpo es el mismo dulce adolescente de belleza y sensualidad que enloquecía al internado, y yo he vuelto a ser el puberto menudo, pálido y torpe que no podía dejar de desearlo por más que esto fuera contra todo lo que creía.

—Yo también te necesito…a cada segundo… todo lo que reste de mi vida y lo que venga después, te necesito…—Le respondo presuroso, quitando los dedos de su interior con suavidad y guiando en reemplazo a mi falo ardiente.

 Los gemidos de placer interrumpidos por nuestros besos se mezclan en el aire tibio. Los viejos hábitos siguen volviendo y lo apreso más con cada una de mis extremidades, y de la misma forma, él se deja atrapar con esa amada docilidad y devoción de antaño. Y es en medio de eso que al fin veo el verdadero impulso tras su total entrega: Su amor. En el pasado creí que muchas cosas influían en su actitud hacia mí, cosas que él mismo me ha confirmado y recalcado ahora, como su vieja tendencia a la condescendencia y cobardía, sin embargo todo es una mentira. Fue su amor y nada más lo que lo llevó a hacer y soportar todo desde que me conoció hasta este momento, y es lo que estoy viendo. Puedo verlo tan claramente amándome ahora, amándome a los 17 años, amándome más de lo que soy capaz de imaginar, que podría encontrar las lágrimas para ponerme a llorar otra vez, porque esto me hace notar que el daño ya de por sí horrible que contemplaba, es mucho peor, incalculable de hecho. El paraíso y el infierno se juntan al chocar el placer asfixiante del inminente orgasmo con mi desesperación al tener esta oportunidad tan poco merecida ¿Cómo puedo estar aquí haciéndole el amor y prometiéndole un futuro feliz con tanta soltura? Soy despreciable, sobre todo porque no hay en mí ningún rastro de fuerza moral que sea capaz de llevarme a la decisión de dejarlo ir. Voy a tener que llevar esta culpa en la espalda lo que me resta de vida, deberé cumplir cada promesa y arriesgarlo todo por su felicidad, ese será mi castigo, y no podría estar más satisfecho por ello. Empezando por esta noche, complaceré cada cosa que pida: más besos, más caricias, más rondas, más rápido, más profundo y más repeticiones de mi amor y de cómo no volveremos a separarnos. Destruiré mi voluntad ante él, seré su perrito faldero, y quizás así, muchos años después, él pueda encontrar la forma de perdonarme dejando en el pasado todos los miedos y heridas que destellan en sus ojos.

 El resplandor celeste colándose por los ventanales nos anuncia la llegada del amanecer después de muchas horas amándonos con la misma energía de antaño. Su piel tocando la mía sigue sin sentirse real, pero las fuerzas ya no nos acompañan y debo conformarme con acariciar su cuerpo pegado al mío y besarlo hasta donde alcance a moverse mi mareada cabeza. En su rostro ya no hay lágrimas, ni expresiones de gran angustia como tampoco de embriagador placer, sólo yace una gran calma junto al obvio cansancio que cada vez pesa más en sus ojos. Yo con suaves mimos le aliento a cerrarlos.

—Te veré en unas horas más— Le susurro con las narices pegadas, con intención cursi, mas totalmente seria.

 Sin abrir los ojos, él me enseña una linda sonrisa y se deja llevar por mi consejo, por lo cual pronto siento su respiración acompasarse al ritmo de un profundo sueño. Sonrío complacido y aliviado ¡Qué encantadora forma de pagar mis errores! Si puedo asegurarme de que duerma así cada noche, yo por primera vez en años podré hacerlo de igual forma y mi desempeño para con él será el mejor. “Esta vez podré hacerlo feliz” Me digo para mí mismo, convencido y soltando una última lágrima de felicidad.

 No obstante, las cosas suceden muy al contrario de lo imaginado.

 A lo largo de todo mi intento por dormir plácidamente lo que nos queda de madrugada, me despierto una veintena de veces, atacado por pesadillas con un espantoso sabor a tangibilidad. Una variedad de realidades alternas se aparece frente a mí: Donde Sungmin nunca apareció en la convención; donde apareció y al verme decidió ignorarme desdeñoso; donde opta por hablarme y no acepta ir a cenar conmigo; donde va a cenar conmigo y luego se va para siempre sin dejarme decirle nada; donde me deja confesarme y él me responde que no me ama y que nunca lo hizo. Cada escena me hace despertar sobresaltado, obligándome a cerciorarme de que está a mi lado, y al verlo, me insto cada vez más terco a dormirme como lo esperé la primera vez que lo intenté, como lo he esperado por tanto tiempo, como se supone que debo dormir ahora que Sungmin está aquí, me ama y soy feliz.

 Aunque sé que no va a pasar.

 La conciencia vuelve de repente a mí. No sé en que momento me he dormido, de todas formas, siento que fue por varias horas y no estoy sobresaltado por alguna pesadilla reciente. Sin pensarlo demasiado, me alegro internamente al notar mi éxito y me dispongo a dormir de nuevo. Poco a poco voy sintiendo cómo mi cuerpo y voluntad se bloquean ante el cansancio, sólo mi mente sigue extrañamente activa cuando unos sonidos a mi lado me llaman la atención. Es Sungmin quien se mueve de una forma sutil y controlada, clara señal de que está despierto. Trato de moverme para darle los buenos días. Mi cuerpo no quiere obedecer, espero a que Sungmin me salude, y tampoco lo hace. De repente dejo de sentir su peso a mi lado, se ha levantado. Lo escucho removerse por la habitación buscando en el suelo, luego tela rosando piel, un quedo sonido metálico, quizás la hebilla de un cinturón y una respiración cada vez más errática, acompañada de gemidos y bufidos de profunda angustia. Se está vistiendo a prisa y no se siente a gusto por ello ¿Por qué lo hace? ¿Por qué se viste? Debería estar durmiendo aquí conmigo ¿Qué haces, Sungmin? La incomodidad empieza a sofocarme y sigo sin poder mandar a mi cuerpo que se mueva. Como por efecto de un instinto de auto preservación, se niega a descubrir a ese Sungmin que sufre detrás. El frenético movimiento cesa, pasan varios segundos en que no se escucha más que la respiración. Y de repente, unos pasos lentos se acercan a mí. Siento el calor de su cuerpo y sus sentimientos afligidos frente a mi rostro y de la nada, unos labios húmedos y temblorosos se posan en mi mejilla. El contacto dura varios segundos, y al separarse de mí con prisa, dejan detrás una ráfaga de viento frío y una enorme consternación. No, ¿Qué es eso?  ¿Por qué marca sus labios y lágrimas en mi mejilla? ¿Por qué sus pasos se sienten cada vez más lejanos? ¡Tengo que hacer algo! ¡No puedo moverme! ¡Necesito moverme! ¡Despierta, Kyuhyun, despierta! ¡Él se aleja! ¡Se aleja y no va a volver! ¡Se está despidiendo de la misma forma en que lo hiciste tú en el internado! ¿Por qué lo está hace? ¿Es una venganza? ¿Un pago por mis acciones? ¡Sí! ¡Sé bien que merezco eso y más! ¡Pero por Dios que sólo esté tratando de torturarme y que no me abandone en serio! ¡Él dijo que no lo haría! ¡Él dijo que me amaba, que me entendía, y vi la verdad en sus ojos! ¡Que haga de mí lo que quiera, menos abandonarme! ¡Vamos, Kyuhyun! ¡La puerta se abre! ¡Despega los ojos y ve por él! ¡Te juraste que nunca más lo dejarías ir!

—Adiós, mi amor— Susurra desolado justo antes de cerrar la puerta que no volverá a abrir.

—¡NO! —Le suplico soltando un grito desgarrador.

 Mis ojos se abren a más no dar y me encuentro a mí mismo sentado en la cama, con la respiración errática y el cuerpo empapado en sudor ¿Fue otra pesadilla? Sin interés por bajar el sobresalto, giro la cabeza para asegurarme de que las invenciones de mi inconsciente no se han vuelto verdaderas, cortándose mi respiración al ver que tanto en una realidad como en otra, Sungmin no está a mi lado. Torpe y descontrolado, me pongo de rodillas en la cama y revuelvo las sábanas buscándolo, sabiendo que no hay modo de que esté ahí.

—No…no…— Reniego todavía palpando la cama, con las lágrimas nublándome la vista.

¡Esa pesadilla no puede ser real! ¡Se sintió real, muy real, el beso, su voz, los movimientos, todo, pero no…! ¡No! ¡Es imposible! Me levanto al borde de una nueva y no deseada inconsciencia, y lo busco mirando la habitación muy en contra de mi voluntad, aterrado de no verlo, y en verdad no lo veo. Trato de concentrarme en otras posibilidades.  Fijo la mirada en el cuarto de baño, cuya puerta está abierta y su interior está a oscuras, luego dirijo los ojos hacia la puerta que da a la sala, está entrecerrada ¿La dejamos así anoche? No lo recuerdo, maldita sea, no lo recuerdo. Incapaz de contener más tiempo el torbellino que nace en mi interior, pongo las manos en mi cabeza y me hiperventilo, dejándome a merced del llanto amargo pujando en mi interior.

—¿K-Kyuhyun?

 Pero antes de que eso suceda, su dulce voz me rescata de la perdición. Miro incrédulo hacia dónde ha venido la voz. Ahí está, Dios mío. Sentado en el sillón junto al ventanal, cubierto por una de las frazadas de la cama y mirándome con una gran preocupación. Mis piernas flaquean y las lágrimas, convertidas en alivio, corren por mi rostro pasmado. El miedo me cegó tanto que no fui capaz de verle en ninguna de las veces que puse mi vista ahí en esos cortos segundos de histeria. Me dejo caer en la cama y me río de mi estupidez mientras él con la frazada encima se acerca rápidamente hacia mí. Apenas siento su tacto, lo atraigo, lo abrazo, acaricio y beso tanto como es necesario para convencerme que esta es la única e indiscutible realidad. Él no tarda en seguirme el ritmo con igual apremio y conmoción.

—¿Estás bien? ¿Qué ocurre? — Me pregunta notablemente afectado. Su piel está pálida y sus ojos irritados y con bolsas. Acaricio sus mejillas con ambas manos y le sonrío sardónicamente.
—Ocurre… que por más amor que haya de por medio, no siempre los reencuentros como este suceden igual que en las películas…¿No es cierto?

 Sus ojos no tardan en volverse vidriosos, porque nuevamente ha estado pensado lo mismo que yo y ha entendido en su totalidad lo que tan repentinamente he querido decirle ¿Y cómo no entenderlo? Él lo ve en mí y yo lo veo en él, en su rostro marcado por el cansancio, en cómo en vez de estar durmiendo pacíficamente a mi lado, sintió la necesidad de sumergirse en un silencioso insomnio de cavilaciones y lágrimas. La ilusión que reencontrarnos provoca en nosotros, tan golpeados por las culpas, frustraciones y la mala suerte de nuestras vidas, nos ha hecho presa fácil de nuestras más desesperadas fantasías de felicidad.

—Sí…es cierto…— Asiente él, y sin aguantar más la congoja reflejada en sus labios temblorosos, se lanza a mis brazos, estremecido por los espasmos de un nuevo llanto. Beso su sien con dulzura y lentamente lo acuesto a mi lado, buscando llevarnos nuevamente al consuelo.

 Encontrarnos de nuevo, al fin tener la certeza de que nos amábamos y seguir amándonos a pesar de tan prolongada separación, es sin duda algo indescriptiblemente bello, sin embargo, el tiempo no es tan benévolo para dejárnoslo todo listo para que retomemos nuestra vida juntos. 10 años no pasan en balde para nadie, incluso si te has quedado estancado en alguna forma. Queramos o no, hemos cambiado, lo que conocíamos ya no está, nuestra antigua relación ya no está, y qué decir de nuestra confianza ¡Ah, eso es lo que más duele admitir y lo que más nos costara recuperar! Después de tan exagerado periodo padeciendo profundamente la mutua ausencia, acostumbrados a la miseria y viviendo sólo por vivir ¿Cuánto tiempo nos va a costar dejar de temer que esta realidad no es otro sueño irónico y cruel creado por un subconsciente despiadado? ¿Cuándo vamos a dejar de esperar horrorizados que cualquier razón pueda arrancar nuevamente al otro de nuestras vidas? ¿Cuándo llegará el día en que nos convenzamos de que esta vez no habrá fecha de caducidad para nuestro amor?

 Estamos sumergidos en una involuntaria y arraigada desconfianza que nosotros mismos engendramos y es difícil no sentir auto lástima mientras hablamos de ello.

—Pero no importa, no importa, esto no nos va a ganar— Dice él repentinamente mientras se apoya en sus codos y fija su mirada en mí— Al fin nos tenemos el uno al otro, eso es suficiente para superar lo que sea, nos sobra ventaja y estoy agradecido por ello. Vamos a ser felices, ya lo verás.

La chispa de determinación que emana su rostro afectado hace que un escalofríos de adrenalina positiva atraviese mi cuerpo.

 Es cierto. Ya hemos pasado lo más difícil, y si bien la persistencia de nuestro amor no ha logrado salvar lo que el tiempo destruyó, sí sirve para reconstruirlo, y con las evidencias de nuestro pasado y las herramientas que hoy tenemos, podremos erguirnos en una relación mucho más intensa y sólida, una relación verdadera. Con paciencia y constancia dejaremos atrás las fechas de caducidad, los sentimientos reprimidos, los miles de secretos, el romance a escondidas y todas las marcas que dichas malas decisiones dejaron en nosotros. Progresivamente crearemos una confianza tan fuerte, que pensar en la felicidad y encontrarnos cada mañana al lado del otro será lo más natural del mundo, y todo lo que amamos y nos hizo dichosos en el pasado será poco comparado a todo lo que obtendremos en el futuro, sólo debemos encontrar la forma, el método para llegar hasta ahí.

—¿Qué podríamos hacer para dejar de temer? —Pronuncio en voz alta luego de convenir todo eso. Pongo un mechón de pelo detrás de su oído mientras él baja la mirada tomándose un momento para pensar.

—Podríamos hacer compromisos de corto plazo— Propone abriendo grande los ojos y con una sonrisa iluminando su rostro.
—¿Cómo eso? —Inquiero extrañado.
—Prometámonos hacer pequeñas actividades o proyectos para una fecha próxima, así tendremos menos miedo al incierto porque las promesas nos asegurarán que en un punto concreto del futuro nos volveremos a ver. Por ejemplo: “En 1 semana más… te llevaré a conocer mi casa”.

 El sonrojo en sus mejillas hace su propuesta aún más encantadora.

—Es una gran idea— Le respondo con una sonrisa, acomodándome sobre él y dejando un beso sobre su mejilla. El deleite del contacto es inmediato — Entonces pongámonos en ello. Mañana en la tarde te llevaré a conocer mi estudio y haré un diseño basado en ti para mi próximo videojuego.
—¿En serio? Wah, eso suena emocionante— Exclama con sus ojos brillando, ingenuamente claro, pues hay un sinfín de guiños sobre él en mi obra. Enfocándose nuevamente, me mira calmo y dulce— Pues para que puedas diseñar con energía, mañana en la mañana prometo prepararte unos sabrosos huevos revueltos, el mejor platillo en mi arsenal culinario.
—Bueno, yo prometo que sean sabrosos o no esos huevos, no los vomitaré— Lo pico, generando rápidamente una venganza de su parte. Un par de pellizcos en mis costillas me hacen dejar todo mi peso sobre él por unos segundos.
—Eso debías hacerlo sin necesidad de prometérmelo, bastardo— Me riñe entre risas, pellizcándome por último la nariz— Vamos, prométeme algo mejor.

 Yo carcajeo unos segundos más, aprovechando de deleitarme con su tacto desnudo, su aroma y serenidad creciente, y en mi lengua nace sin poder contenerse una promesa que sin duda amenazará su calma.

—Te prometo que en 4 meses más te voy a pedir que te cases conmigo— Suelto sin dejar de mirarlo.

 Bajo mi cuerpo veo toda la transformación de su rostro, desde la gran impresión dejándolo blanco, boquiabierto y con los ojos redondos, hasta la lentitud e intensidad con la que se le vuelven a subir los colores y su mirada se vuelve a aguar, esta vez por alegría.

—Se supone que eran cosas pequeñas…—Dice atrayéndome con fuerza hacia él y escondiéndose orgulloso bajo mi mejilla para que no sea capaz de ver su emoción.
—Considerando cuán loco estoy por ti y nuestros deseos de proyectarnos, a mí no me parece gran cosa casarnos, es algo bastante natural— Le digo fanfarrón, tratando de hacerme el genial mientras aprovecho su vergüenza para esconder el picor que también afecta mis ojos.

 Él levanta ligeramente el rostro sólo lo suficiente para besarme. Sus pestañas rozan mis mejillas y sus manos recorriendo suaves mi espalda me hacen estremecer.

—Sí, esta idea va a funcionar— Susurra en una pausa sobre mis labios.

 Su voz es más firme y calma de lo que hubiese esperado, lo cual sólo reafirma mi convencimiento de que de verdad lo cree así, y yo también lo creo. Va a funcionar. Tras responderle con una sonrisa, vuelvo a unir nuestros labios. Entre que nos frotamos y el calor sube, empiezo a percibir el cansancio consecuente de la primera de nuestras noches juntos ¡Cómo añoraba ese satisfactorio y relajante cansancio! ¡Cómo lo añoraba a él! Soy el más afortunado del mundo por permitírseme llegar a este momento a una edad que todavía me permita tener noches intensas y sentir únicamente este ligero cansancio. Ahora que lo pienso, es la edad perfecta. Somos jóvenes todavía, pero no tanto, lo suficientemente joviales para hacer todo lo bueno que solíamos hacer y lo suficientemente maduros para no joderla. Estamos en equilibrio, esta es la edad y el momento en que esto debía pasar.

 Las atenciones que Sungmin me dedica son llamados desesperados de su propia necesidad de atención. Bajo hambrientamente a su cuello y su clavícula, luego me dirijo a su oído, deleitándome con sus suspiros.

—Anoche estuviste magnífico— Le susurro con la voz grave, enredando sus piernas alrededor mío y frotándome sobre él sin nada de por medio. Su cuerpo se estremece y el rojo se concentra en sus mejillas— Cómo he podido vivir todo este tiempo sin sentirte así… cómo he podido vivir sin ti… ahora no puedo dejar de desearte…
—No necesitas dejar de desearme…deséame todo lo que quieras, deséame tanto como yo te deseo a ti— Responde con los ojos cerrados, endureciendo mi miembro con el dulce tacto de sus níveas manos.
—¿Y si la satisfacción de este deseo desenfrenado hace que descuide mi trabajo y termine en la ruina? — Le pregunto con firme suavidad, pasando mis labios curvados por sus pómulos y sus párpados.
—Entonces yo venderé mi compañía y nos iremos lejos, donde nadie nos impida seguir fundiéndonos en este deseo— Responde seguro de sus palabras osadas, y tentado por eso, no aguanto volver a tomar sus labios.

 El calor sube con las manos escurriéndose por lugares prohibidos y las respiraciones tiemblan cuando mi miembro puja contra su entrada. Embriagado por las sensaciones, mi mente trabaja a mil por hora y se decanta por temas aparte que de todas formas potencian mi libido. Pienso en lo que podría esperarme este día, desde lo más simple a lo más trascendental: Las nuevas cosas de las que me enteraré, volver a ver el sol bañando su silueta, hacer el amor donde aparezca nuestro deseo, escuchar su risa, organizar dónde viviremos desde ahora, bañarme y sentirlo del otro lado de la cortina lavándose los dientes, desayunar, almorzar, cenar. Y no siento nada de sueño, me agito de placer y adrenalina. No puedo esperar a saber si pasará todo eso y cómo sucederá.

—Vamos a estar tan ocupados…tan ocupados…—Jadeo sobre su boca, y mostrándome una sonrisa traviesa, sigue tratando de respirar en tanto le propino las primeras embestidas.

 Y no duramos ni medio minuto cuando mi oído se alerta por un sonido metálico de una cerradura abriéndose.

—¡Ah, Dios mío!

 No alcanzo ni ha voltear para advertir en voz alta lo íntimo de nuestra situación, cuando la joven y despistada mucama que suele ocuparse de mi suite abre la puerta de par en par y vuelve a juntarla pegando un grito que no deja en duda su impresión. Igual de espantados, ambos gritamos y yo me apresuro a salirme de Sungmin y ocultar inútilmente todo aquello que ella ya vio.

—¡CEO-nim! ¡Cuánto lo siento! —Exclama volviendo a abrir la puerta ligeramente para dejar oír su voz  y hacer varias reverencias nerviosas—  ¡Olvidé que el administrador me dijo que no viniera a hacer la limpieza hasta que usted nos autorizara a entrar y como tonta he venido a esta hora como todos los días! ¡No me despida por favor, CEO-nim! ¡Necesito este trabajo! ¡Quiero estudiar el año que viene y mi madre se va a enfadar mucho si pierdo otro empleo! ¡Se lo supli—!
—¡Yejin-ssi! ¡Yejin-ssi! ¡Yejin-ssi! —Grito repetidamente para frenar su creciente histeria— Calma, no te voy a despedir ¿Ok? Tan sólo… sé más cuidadosa en el futuro.
—¡Gracias, CEO-nim! ¡Muchas gracias! — Dice con efusividad, y entre risas aliviadas, cierra la puerta un par de segundos y luego vuelve a abrirla asomando la frente— E-Entonces, señor… ¿Le- Les traigo el desayuno?
—Ah…Sí, sí, Yejin-ssi, puedes traernos el desayuno, si eres tan amable— Respondo con un suspiro marcado de impaciencia, cuyo único objeto es aliviarme, pues claramente ella no percibe su significado ni tampoco todo lo amplio de la incomodidad que genera su presencia en estos momentos. Contando hasta 10, trato de cortar por lo sano— Procura tomarte tu tiempo para que podamos asearnos y vestirnos ¿Bueno? Y por favor, no digas a nadie de este accidente.
—¡Entendido, señor! ¡Puede confiar en mí, no se lo diré a nadie! — Acata con la emoción de tener una tarea de gran importancia, y antes de que intente de nuevo cerrar la puerta, vuelve a asomarse—De todas formas, CEO-nim, debe saber que yo y las demás mucamas nos alegramos mucho al saber que al fin se haya liberado y encontrado su camino.
—¿Di-Disculpa? — Inquiero atónito.
—Sí, señor. O sea, algunas creían que nunca se iba a decidir, pero usted es tan bueno conmigo que varias veces he rezado para que encontrara el amor verdadero. Yo soy muy creyente ¿Sabe? Pero yo creo que el amor va primero que todo así que no me dejo llevar por—
—¡YE—!… Yejin, por favor…el desayuno, el desayuno— Le digo recalcando cada palabra con una vena a punto de explotarme en la frente.
—¡Oh, sí! ¡Voy enseguida, señor! — Se alarma, y por fin cierra la puerta y se le escucha correr por el comedor hasta la salida.

 No dando crédito a lo ocurrido y oído, boqueo varias veces, y sin saber qué decir, me quedo inmóvil unos instantes. Cuando recupero algo de compostura, recuerdo a Sungmin debajo de mi cuerpo y giro la cabeza para verlo, quién me observa con los ojos abiertísimos y una expresión rara. Sé lo que significa esa cara, sé lo que está por hacer.

—Ni siquiera lo pienses— Le advierto con mi máxima expresión de indignación.

 Da igual, un casi literal “BUAJAJAJAJAJAJA” hace estremecer toda la suite. Los estragos de la risa le cortan repetidamente la respiración, y no hay muestra de enfado que lo haga frenar siquiera un poco su delirio.

—¡Todos lo saben! ¡Todos lo saaaaben! — Exclama sosteniéndose el estómago.
—¡Claro que no! ¡Lo-Los chismes y rumores no son certezas! — Me defiendo, consiguiendo hacerlo reír más por lo boba de mi respuesta.

  Es después de varios minutos que su risa va cediendo, y a punta de besos y mimos que mi enojo se esfuma y consigue que rendido, termine riéndome también de mí mismo.

—Te amo, mi Kyuhyun liberado— Me dice sosteniendo mi rostro y mirándome con una expresión de ternura y felicidad infinita. Incapaz de ir en contra de tal belleza, beso sus labios y cerrando los ojos junto nuestras narices.
—Y yo a ti, mi Sungmin liberado— Le respondo inhalando hondo, liviano, libre, feliz.

 Y volviendo a enredarnos en las sábanas, me doy cuenta de que nuestro día de verdad será como lo contemplé, y los próximos también. Que ya somos felices, a pesar de todo ¡Dios mío, cuánto nos ha costado llegar a este punto! Sin embargo, el crecimiento ha sido impresionante. Pasamos de no saber nada a saber mucho, de sentir nada a experimentar cantidades exorbitantes de alegría y dolor, de tener todo a no tener nada y luego recuperarlo para nunca perderlo y Sungmin es la causa de todo.  No es el amor de mi vida solamente, es también la razón de mi vida. Si no me hubiera enamorado de él, no puedo imaginar qué clase de destino habría caído sobre mí. A lo menos tendría una vida plagada de aburrimiento y emociones tibias, a lo más, todos los males que he acarreado la vida entera me habrían aniquilado sin piedad. El amor de Sungmin me ayudó a sobrevivir a ellos, a enfrentarlos y de paso enfrentar los suyos. Ahora somos libres, hemos aprendido, nos hemos perdonado y tenemos herramientas para contrarrestar lo que se nos viene. La claridad y solidez de nuestro futuro es tan inminente, que desde ya me puedo permitir pensar con cariño, en que nada de esto hubiera empezado si yo no hubiera cometido mi primer y más grande error: El acuerdo.


FIN.